domingo, 10 de octubre de 2021

¿Buscadores de huesos? ARTÍCULO PUBLICADO POR EL DIARIO HUELVA

¿Buscadores de huesos?
 

¿Buscadores de huesos?

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Mi abuelo Isidro Fernández sigue en una fosa común, como tantas personas en Andalucía, en Hinojos (Huelva), consta como desaparecido y no está inscrita su muerte en ningún registro civil, ¿hay mayor desprecio a su Memoria? Mi abuela y sus cinco hijas (cuatro hijas y un hijo) han muerto con la pena de no recuperar sus restos. De hecho, mi tía María (tenía doce años) y mi madre (9 años) no visitaron su fosa en el cementerio de Hinojos hasta que no tenían más de 75 años cada una. Fue una tarde intensa de primavera hace ya unos años. Mi familia espera aún que el Estado responda a la inquietud eterna de tantas familias que tienen a sus seres queridos en una fosa común o en alguna cuneta.

¿Buscahuesos? Hay una expresión más agresiva, pendenciera, provocadora y de mayor desprecio a las familias que buscamos a nuestros seres queridos. Esto denota un desconocimiento total de la Historia de España, un analfabetismo militante y una falta de rigor y sensibilidad solo entendible en la derecha española, que nunca ha reconocido el Genocidio sufrido en España como consecuencia de la Guerra Civil y el franquismo.

Los nietos y nietas, tenemos que seguir defendiendo y reivindicando el “deber de la Memoria” (Reyes Mate), la exigencia a la dignificación de los enterramientos, la exhumación de las fosas y que la verdadera Historia de la represión se haga con respeto, dignidad y verdad. No nos oponemos a que ellos, dignifiquen y reivindiquen su memoria, pero esa no es la nuestra. Hay que tener en cuenta, que casi todos ya fueron enterrados y dignificados por el franquismo.

Como mi abuelo, fueron asesinados en Huelva 6.090 personas, muchas de las cuales permanecen en 119 fosas comunes, y que en Andalucía hay más de 600 fosas y miles de personas “tiradas” en cunetas y fosas comunes sin identificación. Durante más de 80 años, a nadie había inquietado esta tremenda tragedia, salvo a sus familiares. La derecha española ha intentado que mi “abuelo” cayera en el olvido. Que trascurriera el tiempo con objetivo de borrar nuestros recuerdos. Ante tal injusticia, la tercera generación, nos sentimos en la obligación moral, social y política, de pedir a nuestras instituciones, ya democráticas: Verdad, Justicia y Reparación para las víctimas del franquismo.

A pesar del “chubasquero”, me indignan las palabras de los nuevos diputados de la extrema derecha, utilizando el Parlamento, y demostrando un gran desconocimiento de la realidad de nuestra memoria. Una realidad social que emerge de la desmemoria y del olvido. Ayudaría más a “su” España actual la recuperación de la memoria y el reencuentro de las generaciones, que el enfrentamiento y rechazo iletrado de los sentimientos.

Si después de más de ochenta años, no hemos sido capaces de recomponer un país destrozado por el olvido, no podemos esperar que esta regresión y sus monsergas ideológicas no pretendan acabar con la memoria. La pretendida humillación de las víctimas del franquismo quiere impedir la existencia de mi abuelo y las múltiples injusticias que recayeron sobre nuestra familia, y tantas familias.

El uso de palabras “gruesas” para influir en la agenda setting de los medios y en la discusión de las tertulias del país, es un intento inútil de manejar un interés espurio y de aparecer como los grandes defensores de una España inútil y desmemoriada. Este acto refleja tal trascendencia que los colectivos memorialistas no podemos quedar impasibles: el daño permanente a la memoria es muy irrecuperable y necesita estar vigilante.

Cuando en 2006 presentamos la denuncia por crímenes de lesa humanidad y genocidio en la Audiencia Nacional, confiábamos, seguramente de forma ingenua, que treinta años de democracia habrían producido un efecto más positivo en determinados poderes del Estado. Hoy comprobamos con tristeza que esto no ha sido así. De nuevo las fuerzas fascistas y reaccionarias de este país, quieren seguir humillando a los miles de desaparecidos y fusilados que aún permanecen en las cunetas o en fosas comunes. Esto sí que es algo intolerable.

Seguramente los “buscadores de huesos” no hemos sido capaz de penetrar en una sociedad sorda al pasado y demasiado preocupada por un presente líquido que no nos deja reflexionar y entender el contexto de lo que pasa. La cohesión de nosotros mismos es más dependiente de la capacidad de mostrar nuestros objetivos “legítimos”, que una visión manipulada de reabrir nada y menos, de reinterpretar la Historia, pero queremos una Historia de la Verdad.

Mientras nuestros abuelos sigan en fosas comunes o cunetas no habrá sosiego ni reencuentro, y la Historia será de algunos, pero no será nuestra Historia. Buscamos la verdad porque en ella está la conciliación, mientras no demos estos pasos no habrá concordia, aunque alguien plantee cambiar la memoria por un sutil consenso sobre nuevas palabras vacías que nos llevan a un olvido consciente, por ello, vamos a exigir una auténtica Justicia sin subterfugios ni recovecos.

Con el poder del voto y la transformación, la sociedad tiene que exigir a la Política respeto con el dolor de las víctimas, no podemos permanecer impávidos a una degeneración democrática de los sentimientos, con un diálogo inoperante que nos traslada al pasado a través de una figura retórica inculta y malintencionada. La Memoria, el “deber de la memoria”, son elementos y vitales necesarios para la reconstrucción de familias destrozadas por el fascismo, que ha inundado, hasta la putrefacción, nuestras vidas y nuestro pasado.

La vivencia y recuperación de nuestro pasado, es parte de nuestro futuro: como víctimas y como país. No podemos seguir inconmovibles al desprecio y esperar que el despropósito de la incultura y el uso agresivo del lenguaje busquen enterrar a las víctimas de nuevo, después de más de ochenta años. Todo el trabajo de los familiares, las asociaciones y los sectores progresistas del país han luchado para que se reconozca la verdad sobre los crímenes franquistas y el genocidio sufrido por las víctimas. No nos pueden intimidar de nuevo los que hacían las “sacas” con sus manipulaciones y una derecha lastrada por su pasado.

Necesitamos seguir adelante con aquellos ciudadanos/as que se escandalizan con la tragedia, el asesinato e ignominia. Las víctimas quieren reivindicar su pasado, construir un país más democrático y sin revanchas absurdas, ni insultos. Eso sí, seguiremos luchando por los “nuestros”, por su identidad, su Memoria y su reconocimiento.

Rafael López Fernández, nieto de fusilado por el franquismo

miércoles, 28 de abril de 2021

RESISTENCIA EN SEVILLA. UN INTENTO DE DERROCAR A QUEIPO. CONCHA MORÓN HERNÁNDEZ


 

PRESENTACIÓN DEL TRABAJO DE CONCHA MORON.

        Y los pueblos se salvan por la fuerza que sopla desde todos sus muertos.

Miguel Hernández                                                                                                                                                       

 Cinco generaciones de mujeres

      Conocí a Concha Morón en los inicios del 2003 en una reunión de familiares y víctimas del franquismo y la guerra civil, en la sede de la Diputación Provincial, donde tuvo lugar la primera reunión, de la que partió la constitución del movimiento memorialista en  Andalucía. Es cierto, todos los que estamos, o hemos estado, implicados en la desdicha de la muerte y el duelo permanente, veníamos trabajando en la Memoria, “nuestra” Memoria, desde hacía tiempo.

      Cada cual, en su familia empezó a preguntar, a cuestionarse la ausencia del abuelo, el padre, la madre, el tío o la tía; estas preguntas individuales fueron concluyendo en un rumor, que pasado un tiempo, se convirtió en un grito de búsqueda, en un grito de ausencia. Gracias a estas iniciativas individuales, y a su confluencia, fue apareciendo un Movimiento Memorialista, que estremecerá al país y a parte del mundo civilizado y sensible. ¿Es que no se estremeció el país, con la declaración ante el Tribunal Supremo, por primera vez, de Antonia Martín?: “Yo tenía 6 años, la última vez que vi a mi madre. La mataron el 21 de septiembre del 1936, con 27 hombres y tres mujeres. Mi madre está enterrada en una fosa común en Pedrobernardo (Ávila), pegada al puente, en un ensanche donde después echaron tres metros de tierra encima”; ¿no rebosamos de alegría cuando el juez Garzón aceptó la causa sobre los Crímenes de Lesa Humanidad o Genocidio que pusimos unos cuantos idealistas en la Audiencia Nacional?; ¿no nos entristecimos cuando el Tribunal Supremo rechazó la Causa contra el franquismo, poniendo el muro de la Ley de Amnistía?   Por todo esto, y más, valió la pena nuestro trabajo y nuestro encuentro.

      Concha es una mujer de sentimientos profundos y pasionales, se emociona con el recuerdo, y permanece en ella un resorte que la hace sentir y vivir la Recuperación de la Memoria de forma intensa, como algo personal, como una vivencia encapsulada que no es capaz de superar. La transmisión de un duelo heredado y permanente, que siente en su vida y que ha condicionado su existencia. Su abuelo y su tío, fueron asesinados y su padre preso, inhabilitado y “sacado” del paredón donde iba a ser fusilado. Su padre dirigía una revista llamada “Democracia” y además, estudiaba Filosofía y Letras. Dos hechos por los que lo enfilaron. No era “hombre de orden”, decían los golpistas. Su abuelo Alfonso Morón, onubense y masón, fue fusilado en el 36, antes de poder asegurarse de forma definitiva de que no matarían a su hijo. En un último intento de salvarlo, pierde el barco que tenía previsto coger en el Puerto de Ayamonte camino del exilio.

      El padre de Concha, fue detenido en Zafra y encarcelado en 1936, de allí lo sacan para el paredón, pero el envío de un telegrama, que la familia desconocía su procedencia, es liberado del fusilamiento y devuelto a la cárcel, donde se entera del asesinato de su padre. Lo sacan de la cárcel y lo envían directamente a la Guerra, al frente. Esto le produce tal abatimiento y desazón, que debutó con un grave problema neurológico, que le condicionó su vida y su desarrollo personal. Dejaron Huelva, donde era el hijo del “rojo y masón”, y se fueron a vivir a Sevilla, donde intentó rehacer su vida, pero fue imposible.

      Concha me contaba: “En medio de los recuerdos de mi infancia, del miedo y las estrecheces, consecuencias del estigma político por el pasado republicano en los años oscuros de la dictadura franquista, la imagen de mi padre va cambiando dentro de mí, desde su enorme tristeza escondida tras unas gafas oscuras que llevaba siempre y su carácter huraño cuando yo era pequeña, hasta transformarse  en el hombre admirable y tierno, bondadoso y alegre que terminó siendo al suavizarse sus heridas. Cuando, en mi adolescencia, conocí toda su historia y la de mi abuelo, aprendí a quererlo y admirarlo de verdad, en toda su dimensión. Y hoy su recuerdo me llena de ternura y conecta con mí ser más profundo. También me dejó sus poemas, sus sonetos que llevo grabados en mi alma”.

      Su tío Pepe Hernández fue asesinado en el 38, después de la pantomima de juicio sumarísimo que cuenta esta Causa (1470/1937, de 14 de agosto)  Su tío, hombre de ideas e idealista, soñó la posibilidad de una Sevilla sin Queipo, de una Sevilla limpia de asesinos, de la libertad. Pero su ingenuidad lo delató. Nos encontraremos con esta historia y otras, en la exposición y en el relato magistral de esta obra, que Concha ha escrito, ha vivido, ha sentido y ha sufrido. Además decía: “El hallazgo de la Causa fue para mí de las cosas más importantes e íntimas que me han ocurrido. Durante muchos meses, desde aquel otoño de 2005, la leía de forma inconexa. Si ya es difícil afrontar la lectura y comprensión de los documentos que componen un legajo con las declaraciones, diligencias, oficios de traslados, sentencia, etc., cuando lo abordas desde la emoción profunda de descubrir detalles, circunstancias de su vida, conocer a sus compañeros que lo rodeaban en aquellos duros momentos y revivir los últimos días de una persona tan querida para mí como mi tío Pepe, cuya existencia fue tejida en mi alma con todo el cariño y el dolor que mi madre sentía por su hermano mayor, asesinado por la barbarie franquista”.

       Ver, leer y vivir lo que la Causa encierra, ha supuesto mucho dolor, pero también era una necesidad vital, algo que sus antepasados le pedían cada noche. Ella fue hilando con entereza y sufrimiento su pasado, reviviéndolo y reprochándose el paso del tiempo. Le costó varios años digerir la lectura integra de los hechos, asumir que desde una Justicia, en la que no cree, se cometieran estas atrocidades, y que después de tantos años, el muro de la injusticia está presente delante de nosotros como algo infranqueable e indigno. Algo muy profundo ha sucedido en su vida, que ella tenía que contar: “Cuando llegaba a la diligencia que reflejaba cómo iban a sacarlo de la cárcel y llevarlo a la Delegación de Orden Público a un careo con Gonzalo Alcauza, me dolía tanto que tenía que dejar de leer, porque tenía la fantasía de que lo sacaban para pegarle. El 6 de julio de 1937: “sírvase Vd. Ordenar, sea entregado a los portadores de la presente orden el detenido en esa prisión de su cargo, a mi disposición, José Hernández Marín, para la práctica de una diligencia, la que una vez terminada volverá a ingresar en esa cárcel”

              Las “confesiones” de José Hernández,  respondían a su lealtad a la causa republicana y a su lucha contra el fascismo, declarar la verdad en aquel ambiente hostil y cruel, parecía darle fuerza para el tránsito hacia la muerte.  Se quedó sin padre cuando tenía solo 14 años. Este hecho condiciona su vida. En su microbiografia, su sobrina cuenta: La proclamación de la Segunda República Española le produce gran satisfacción desde su opción política y su compromiso como militante de base del Partido Republicano Radical. Después sería Interventor por Unión Republicana en las elecciones de febrero de 1936. En el seno de una familia de clase media, católica y monárquica, donde se acepta su discrepancia política con el mismo respeto que su agnosticismo declarado. Era inteligente, alegre y cariñoso, y su madre le tolera con gran sentido del humor las burlas hacia su beatería. (TLN)

       Todas estas historias, como tantas otras de la Guerra Civil y el franquismo, nos han sido transmitidas por mujeres. De hecho, esta obra está dedicada a ellas, cinco generaciones de mujeres que luchan viven y sienten, que han compuesto la letra del dolor y acaban de dar vida a historias de hombres inocentes y soñadores. Siempre recuerdo, la labor de las abuelas, cuando cuentan sus vidas y sus historias llenas de respeto y misterio. Todos tenemos claro, pero estas historias vienen a corroborar, la importancia y el trabajo de la mujer en la Recuperación de la Memoria, sin ellas, todo este trabajo no habría sido posible. Concha Morón realiza un círculo infinito de la muerte y conecta con otras familias, otros sobrinos, hijas e hijos y componen la letra desgajadas en tirones inertes. Todos viven la emoción del encuentro con la necesidad de conocer el porqué estos hombres se plantearon derrotar a Queipo.

       Este trabajo de Recuperación de la Memoria, viene desde muy atrás. Cuando en 2005, preparábamos con el Ayuntamiento de Alcalá, como Asociación Memoria Histórica y Justicia de Andalucía, las I Jornadas de Memoria Histórica del municipio, conocimos a José María García Márquez, que dio una conferencia estupenda en las Jornadas de su pueblo. Este punto de encuentro sirvió para que Concha preguntara e indagara sobre si tenía algún dato de su tío José Hernández Marín, ya que él estaba trabajando en el Archivo del Tribunal Territorial II de Sevilla. Ahí, se abrió la puerta, José María como es habitual en él, le dio una copia de la Causa 1470/37, que hizo que Concha fuera digiriendo y descubriendo cada una de las hojas que la componen, con dolor, desgarro y llanto.

       Tardó casi un año en escribir una microbiografia de su tío para colgarla en la página web de todoslosnombres.org, donde se funde y bulle, todo el sentimiento y dolor de la Causa, de lo que le contaba su familia y sus propias vivencias. Desde estos momentos la página de Todos los Nombres, empieza a hacer su función social de encuentro y de extensión y conocimiento de la información. Con un objetivo de denuncia y recuperación. Después de dos años de la publicación de la microbiografía de su tío Pepe, se produjo el encuentro con otros familiares de otros fusilados en la Causa. El encuentro, casual, pero intenso empezó a cerrar el círculo del dolor y del “olvido”. Estoy seguro que para todos, este trabajo mereció la pena.

        La Memoria ejerce una atracción seductora en sí misma. Cuando vas desmenuzando y componiendo el pasado, cuando compartes las experiencias y el dolor, se produce una conexión mágica que fortalece nuestras esperanzas y refuerza nuestros objetivos. Ante una fosa común, ante los restos de un fusilado, ante un documento esencial, ante la vida misma, estos familiares fortifican sus objetivos e ilusiones. De esta forma Concha ha sabido recomponer sus historias. Los encuentros entre familiares en  su casa, empiezan a darle sentido a nuestro trabajo. La fuerza de las familias, el recuerdo y dolor, confluyen con la energía acumulada de tantos años. De hecho, se va escribiendo y dando a conocer, a estos hombres, que poco a poco van volviendo a la vida.

       Estos ocho hombres fueron fusilados en la tapia derecha del cementerio de San Fernando de Sevilla a las 4.30 horas de la madrugada del día 29 de enero de 1938. Como cuenta Díaz Arriaza, en su magnífico libro sobre el Cementerio de San Fernando de Sevilla, Un Rojo Amanecer: “El Cementerio se convierte a partir del 18 de julio y años sucesivos en receptor y protagonista del Golpe de Estado”. De hecho, en la página 366 del libro, se recoge la lista macabra de los ochos fusilados de esta Causa y ocho más que también fueron fusilados ese mismo día y están sin nombre. Todos estos cadáveres son recogidos, la primera labor de los funcionarios del cementerio cada mañana, con la sistemática que describe Díaz Arriaza, llevados y tirados en la fosa común (Díaz Arriaza, J. 2011). Aún permanecen allí después de más de 35 años de democracia.

       Más de setenta y cinco años después de estos hechos, sus familiares han removido la “tierra” de su enterramiento, han ido componiendo la sinfonía del dolor y lo han sacado a la luz, han vuelto a la vida de todos nosotros, aunque todavía en un libro. Soñaron con la libertad en la Sevilla del terror y el asesinato implantado de forma cruel por Queipo de Llano. Somos conscientes que este trabajo estará incompleto, hasta que no seamos capaces de abrir la fosa común, o fosas comunes, que los acogen en el Cementerio San Fernando de Sevilla. Estos hombres, y más de los tres mil que permanecen enterrados en esta fosa, tienen derecho a la dignificación de su enterramiento y a su identificación. Ellos se lo merecen, y nosotros tenemos que seguir “luchando” por conseguirlo. Pasarán los Gobiernos, pero no la Memoria, y algún día, abriremos las fosas. Avanzaremos cuando seamos capaces de cerrar las heridas de las fosas comunes, cuando la Democracia dedique una mirada a estas víctimas y cuando los Gobiernos, tomen conciencia que el futuro de este país no se abrirá hasta que todos los cuerpos sean identificados y las fosas sean abiertas. Para esto es necesario que el Jefe del Estado tenga una mirada diferente y acepte la tragedia y el dolor de las víctimas.

       Sé que Concha Morón, ha puesto un empeño especial en este libro, sé además, que le ha costado casi cinco años escribirlo, conozco el dolor que le produce reencontrarse con su vida, con su madre, su padre, su tío; pero ha nacido más fortalecida de este trabajo, ha recuperado en parte la paz que ha calmado su vida interior. Algunos historiadores, que no reducen la Historia a historias, han matizado el alcance de este trabajo. Como escribí en el segundo volumen de la revista Todos los Nombres, la Memoria es necesaria: los familiares somos los que hemos plantado cara a las políticas de expolio y desmemoria de nuestro patrimonio, algo que hemos reivindicado a través del Movimiento Social de Recuperación de la Memoria, porque sus nombres aún nos pertenecen, no han salido del dolor y sufrimiento de los suyos; aún hoy, la Historia no posee todos sus anhelos.

       Las familias de Concha Morón, Miguel Toscano, Luisa Herrera, Concha Barreiro y tantos familiares, han frenado las riendas de la Historia y quieren compartir sus vidas, reescribir su pasado de dolor y muerte, para que no se pase por sus sentimientos de puntillas, como un ejemplo, como un dato o como un número, que rellena la página de un historiador y le da peso a su argumento. Un texto frío y lleno de datos pero sin vida. Porque las historias que a continuación escribimos de forma muy resumidas, componen el pulso de la Historia con mayúsculas que vamos haciendo entre todos. Por lo que gracias a Concha y a tantas Conchas, este trabajo de la Memoria valió la pena. Lo que buscamos es darle vida y forma a nuestro presente, sin olvidar que de nuestro pasado formamos parte, que aquel o aquella que está en una fosa común, llenando este país de “cementerios clandestinos”, son parte intima de nuestras vidas y no vamos a renunciar.

      Con el mayor respeto, relatamos las historias de estos hombres y componemos un trocito de sus vidas. A modo de homenaje:

 Listado de asesinatos en las tapias del cementerio San Fernando de Sevilla el día 29 de enero del 1938.

 

Fecha

Apellidos y Nombre

Profesión

Fecha Fallecimiento

Causa

Lugar

29/enero/38

Ocho sin Partidas

 

 

 

 

29/enero/38

Álvarez Fernández, Manuel León

Empleado Laboratorio Municipal Sevilla

29/enero/38

HAFO

Tapias Cementerio

29/enero/38

Copado Matarán, Ángel

Obrero Fábrica de Artillería

29/enero/38

HAFO

Tapias Cementerio

29/enero/38

Elena Valverde, Manuel

Viajante de Casa Pirelli

29/enero/38

HAFO

Tapias Cementerio

29/enero/38

García Paz, Benigno

Marinero

29/enero/38

HAFO

Tapias Cementerio

29/enero/38

Hernández Marín, José

Empleado Comercial Pirelli

29/enero/38

HAFO

Tapias Cementerio

29/enero/38

Herrera Mata, Rafael

Impresor

29/enero/38

HAFO

Tapias Cementerio

29/enero/38

Paz Márquez, José

Ferroviario jubilado

29/enero/38

HAFO

Tapias Cementerio

29/enero/38

Toscano Hierro, Miguel

Empleado Comercial Pirelli.

29/enero/38

HAFO

Tapias Cementerio

Díaz Arriaza, José. Los recoge en su libro Un Rojo Amanecer. Concha Morón lo relata en estas páginas.

 MIGUEL TOSCANO HIERRO tenía 30 años cuando lo fusilan. Onubense, Contable en Comercial Pirelli y afiliado a la UGT. Este republicano de convicción era muy culto y jugaba al ajedrez. Dos de sus hermanos habían estado también en la cárcel. Él contestó a Francisco Gonzálbez al preguntarle por qué estaba detenido, que lo encarcelaron “siguiendo una tradición familiar”. Con gran sentido del humor, poseía una entereza moral y una humildad que impresionan.  Fue al paredón “sin el orgullo ni la pretensión de querer seguir siendo en la vida más de lo que en ésta fui…”. Así se despidió de su familia en una carta. Él había ideado el plan para liberar la ciudad.

 JOSÉ HERNÁNDEZ MARÍN. El tío de Concha Morón fue al paredón con 29 años. También era de Huelva (de Aljaraque). Casado, vivió un tormentoso matrimonio y se separó de su mujer con la que tenía desavenencias ideológicas y de carácter. Militante de Unión Republicana. Con su amigo y compañero de trabajo Miguel Toscano, pretendía tomar los cuarteles y fue él quien contactó con los demás para convencerlos de que algo había que hacer para acabar con las matanzas de Queipo. “El más peligroso izquierdista”, según sus asesinos.

 MANUEL ELENA VALVERDE. El tercero de los empleados de Comercial Pirelli y amigo de José Hernández, había nacido en Constantina (Sevilla) y tenía 32 años. Afiliado a la UGT, era republicano y con antecedentes en la Masonería. “Individuo peligroso”, según la definición de los golpistas. La inscripción de la defunción se hace dos meses más tarde del fusilamiento. Es su madre la que solicita al juez la inscripción. No se ha podido contactar con ningún familiar.

 ÁNGEL COPADO MATARÁN. El más joven de todos, contaba 26 años cuando murió. Natural de la provincia de Jaén (de Villacarrillo),  participaba en un pequeño negocio familiar que comerciaba con aparatos de radio y ejercía como electricista en el Cuartel de Artillería de Sevilla, donde era obrero militarizado. Era también amigo de Hernández,  y de José Gabriel Pérez García, otro de los detenidos que, finalmente, es indultado. Su familia guarda un recuerdo entrañable de él y su foto preside el salón de la casa familiar de Villacarrillo.

 RAFAEL HERRERA MATA. Sevillano, nacido en Osuna, tenía 36 años. Dejó huérfana a una niña pequeñita de dos años, Luisa. Vivía en la Ciudad Jardín. Impresor y escritor, republicano y masón, estaba emparentado a través de su mujer con una familia de librepensadores, represaliados. Poeta y amigo de García Lorca, fue candidato en las elecciones a Cortes de febrero de 1936 por Unión Republicana. Ya había estado detenido en 1936 y se salvó del paredón por los pelos. La madrugada de la ejecución, cuando les leyeron la sentencia y los conminaron a firmar la notificación o el “recibí”, todos se negaron a hacerlo menos él.

 BENIGNO GARCÍA PAZ. Este joven marino, gallego de un pueblecito de A Coruña, (la Puebla del Caramiñal) murió fusilado en Sevilla unos días antes de cumplir 31 años. Casado con una vecina suya, no tenían hijos. Se inscribió en La Marina y su primer destino fue Sevilla, donde se vino sin su mujer, que se quedó en Galicia cuidando de sus padres y sus tíos. Militante de Izquierda republicana, proporcionó la lista de los cargos militares republicanos detenidos en la Comandancia de Marina. Bondadoso y comprometido, dejó una carta de despedida a su madre.

 MANUEL LEÓN ÁLVAREZ FERNÁNDEZ. Tenía 35 años y era natural de Puebla del Río (Sevilla). Su familia procedía de León (de ahí su sobrenombre) y de Asturias. Soltero. Miembro de Unión Republicana, había sido mozo del Laboratorio Municipal de Sevilla hasta que fue cesado y encarcelado en julio de 1936, la primera vez. Tras seis meses de detención, fue liberado en diciembre de 1936 sin tener dónde vivir ni cómo alimentarse. Su amigo y antiguo convecino en Ciudad Jardín, Rafael Herrera, lo acogió en su casa sin nada a cambio, y su compañero de partido José Hernández lo socorrió con dinero en varias ocasiones. En Puebla del Río, actualmente,  hay familiares de Manuel Álvarez muy comprometidos con la política y la democracia.

 JOSÉ PAZ MÁRQUEZ. El mayor de todos los que fueron al paredón por esta Causa, era este gaditano de Jerez de la Frontera que contaba 63 años cuando fue ejecutado. Tenía cuatro hijas mayores. Ferroviario jubilado, cobraba las cuotas del Partido Izquierda Republicana en Sevilla para poder obtener unas pesetas que complementaran su escasa pensión de jubilación. También había sido detenido por primera vez cuando se produjo el golpe y encarcelado durante tres meses y medio. Él fue el intermediario de la nota sobre los militares republicanos detenidos.

 LOS DOS CONDENADOS A CADENA PERPETUA SON:

 GONZALO ALCAUZA VEGA. Malagueño, tenía 27 años cuando lo detienen. Era chófer de la Cruz Roja. Había venido a Sevilla conduciendo el coche de la Presidenta de la Cruz Roja y se alojaba en la misma pensión de José Hernández. Murió en el Penal del Dueso en 1944, tuberculoso, sin poder resistir las duras condiciones de la prisión de Santoña, con 33 años. Sus hermanas sufrieron mucho su condena.

 JOSÉ GABRIEL PÉREZ GARCÍA. Fue el único superviviente de los condenados en esta Causa. Cuando fue detenido, contaba 39 años. Era madrileño. Amigo de Ángel Copado y agente comercial en su tienda de aparatos de radio, también conoce a José Hernández. Fue indultado en 1943, después de pasar por el Penal del Puerto y el de Santoña, donde es liberado 20 días antes de morir su compañero Gonzalo. Se pierde su pista con 55 años.

              Por todas estas historias han pasado ya cinco generaciones de mujeres, con múltiples eslabones arrancados por la barbarie, la brutalidad, el odio y la muerte. Las víctimas continúan toda la vida, nunca desaparecerán con el tiempo. En esto, el tiempo no ejerce el efecto de bálsamo y olvido. Todo este sufrimiento se ha alojado en nosotros  y todo ha quedado encharcado de la sangre y el olvido. Aunque hayamos querido mirar las vidas y su transcurrir, el fuerte lastre del pasado nos ancla a una tierra fija que inmoviliza nuestros deseos, sometiéndonos continuamente al luto, al recuerdo y al dolor. Imágenes que ejercen la posesión de nuestras mentes.

       Compartimos una visión hernandiana de la muerte, profunda y obsesiva. Nos identificamos con la tierra, de donde brota la vida y recoge a la muerte. Entre el amanecer y el ocaso transcurre la vida y la muerte. Esta visión trágica y profunda de la vida, marcada por la muerte en el transcurso, es lo que ha atraído el deseo de la verdad y la lucha. Como decía Miguel Hernández: “que de los pies me tira y del costado, y cada vez más fuerte, hacía la fosa”.                                                   

                                                        RAFAEL LOPEZ FERNANDEZ 

                                                         Sevilla a 30 de marzo de 2013.

Publicado en el blog el 23 de abril de 2021

¿Buscando los huesos de mi abuelo, después de 87 años en una fosa común?

  Mi abuelo Isidro nació en Sena de Luna (León) y fue asesinado en Hinojos (tapias del cementerio) el 4 de septiembre del 1936 en aplicación...