PRESENTACIÓN DEL TRABAJO DE CONCHA MORON.
Y los pueblos se salvan por la fuerza que sopla desde todos sus muertos.
Miguel Hernández
Cinco generaciones de
mujeres
Conocí a Concha Morón en los inicios
del 2003 en una reunión de familiares y víctimas del franquismo y la guerra
civil, en la sede de la Diputación Provincial, donde tuvo lugar la primera
reunión, de la que partió la constitución del movimiento memorialista en Andalucía. Es cierto, todos los que estamos,
o hemos estado, implicados en la desdicha de la muerte y el duelo permanente,
veníamos trabajando en la Memoria, “nuestra” Memoria, desde hacía tiempo.
Cada cual, en su familia empezó
a preguntar, a cuestionarse la ausencia del abuelo, el padre, la madre, el tío
o la tía; estas preguntas individuales fueron concluyendo en un rumor, que
pasado un tiempo, se convirtió en un grito de búsqueda, en un grito de
ausencia. Gracias a estas iniciativas individuales, y a su confluencia, fue apareciendo
un Movimiento Memorialista, que estremecerá al país y a parte del mundo
civilizado y sensible. ¿Es que no se estremeció el país, con la declaración
ante el Tribunal Supremo, por primera vez, de Antonia Martín?: “Yo tenía 6
años, la última vez que vi a mi madre. La mataron el 21 de septiembre del 1936,
con 27 hombres y tres mujeres. Mi madre está enterrada en una fosa común en
Pedrobernardo (Ávila), pegada al puente, en un ensanche donde después echaron
tres metros de tierra encima”; ¿no rebosamos de alegría cuando el juez Garzón
aceptó la causa sobre los Crímenes de Lesa Humanidad o Genocidio que pusimos
unos cuantos idealistas en la Audiencia Nacional?; ¿no nos entristecimos cuando
el Tribunal Supremo rechazó la Causa contra el franquismo, poniendo el muro de
la Ley de Amnistía? Por todo esto, y
más, valió la pena nuestro trabajo y nuestro encuentro.
Concha es una mujer de sentimientos profundos y pasionales, se emociona
con el recuerdo, y permanece en ella un resorte que la hace sentir y vivir la
Recuperación de la Memoria de forma intensa, como algo personal, como una
vivencia encapsulada que no es capaz de superar. La transmisión de un duelo
heredado y permanente, que siente en su vida y que ha condicionado su
existencia. Su abuelo y su tío, fueron asesinados y su padre preso,
inhabilitado y “sacado” del paredón donde iba a ser fusilado. Su padre dirigía
una revista llamada “Democracia” y además, estudiaba Filosofía y Letras. Dos
hechos por los que lo enfilaron. No era “hombre de orden”, decían los
golpistas. Su abuelo Alfonso Morón, onubense y masón, fue fusilado en el 36,
antes de poder asegurarse de forma definitiva de que no matarían a su hijo. En
un último intento de salvarlo, pierde el barco que tenía previsto coger en el
Puerto de Ayamonte camino del exilio.
El padre de Concha, fue
detenido en Zafra y encarcelado en 1936, de allí lo sacan para el paredón, pero
el envío de un telegrama, que la familia desconocía su procedencia, es liberado
del fusilamiento y devuelto a la cárcel, donde se entera del asesinato de su
padre. Lo sacan de la cárcel y lo envían directamente a la Guerra, al frente.
Esto le produce tal abatimiento y desazón, que debutó con un grave problema
neurológico, que le condicionó su vida y su desarrollo personal. Dejaron
Huelva, donde era el hijo del “rojo y masón”, y se fueron a vivir a Sevilla,
donde intentó rehacer su vida, pero fue imposible.
Concha me contaba: “En medio de los recuerdos de mi infancia, del miedo y
las estrecheces, consecuencias del estigma político por el pasado republicano
en los años oscuros de la dictadura franquista, la imagen de mi padre va
cambiando dentro de mí, desde su enorme tristeza escondida tras unas gafas
oscuras que llevaba siempre y su carácter huraño cuando yo era pequeña, hasta transformarse en el hombre admirable y tierno, bondadoso y
alegre que terminó siendo al suavizarse sus heridas. Cuando, en mi
adolescencia, conocí toda su historia y la de mi abuelo, aprendí a quererlo y
admirarlo de verdad, en toda su dimensión. Y hoy su recuerdo me llena de
ternura y conecta con mí ser más profundo. También me dejó sus poemas, sus
sonetos que llevo grabados en mi alma”.
Su tío Pepe Hernández fue
asesinado en el 38, después de la pantomima de juicio sumarísimo que cuenta
esta Causa (1470/1937, de 14 de agosto)
Su tío, hombre de ideas e idealista, soñó la posibilidad de una Sevilla
sin Queipo, de una Sevilla limpia de asesinos, de la libertad. Pero su
ingenuidad lo delató. Nos encontraremos con esta historia y otras, en la
exposición y en el relato magistral de esta obra, que Concha ha escrito, ha
vivido, ha sentido y ha sufrido. Además decía: “El hallazgo de la Causa fue
para mí de las cosas más importantes e íntimas que me han ocurrido. Durante
muchos meses, desde aquel otoño de 2005, la leía de forma inconexa. Si ya es
difícil afrontar la lectura y comprensión de los documentos que componen un
legajo con las declaraciones, diligencias, oficios de traslados, sentencia,
etc., cuando lo abordas desde la emoción profunda de descubrir detalles,
circunstancias de su vida, conocer a sus compañeros que lo rodeaban en aquellos
duros momentos y revivir los últimos días de una persona tan querida para mí
como mi tío Pepe, cuya existencia fue tejida en mi alma con todo el cariño y el
dolor que mi madre sentía por su hermano mayor, asesinado por la barbarie
franquista”.
Ver, leer y vivir lo que la
Causa encierra, ha supuesto mucho dolor, pero también era una necesidad vital,
algo que sus antepasados le pedían cada noche. Ella fue hilando con entereza y
sufrimiento su pasado, reviviéndolo y reprochándose el paso del tiempo. Le
costó varios años digerir la lectura integra de los hechos, asumir que desde
una Justicia, en la que no cree, se cometieran estas atrocidades, y que después
de tantos años, el muro de la injusticia está presente delante de nosotros como
algo infranqueable e indigno. Algo muy profundo ha sucedido en su vida, que
ella tenía que contar: “Cuando llegaba a la diligencia que reflejaba cómo iban
a sacarlo de la cárcel y llevarlo a la Delegación de Orden Público a un careo
con Gonzalo Alcauza, me dolía tanto que tenía que dejar de leer, porque tenía
la fantasía de que lo sacaban para pegarle. El 6 de julio de 1937: “sírvase Vd.
Ordenar, sea entregado a los portadores de la presente orden el detenido en esa
prisión de su cargo, a mi disposición, José Hernández Marín, para la práctica
de una diligencia, la que una vez terminada volverá a ingresar en esa cárcel”
Las “confesiones” de José
Hernández, respondían a su lealtad a la
causa republicana y a su lucha contra el fascismo, declarar la verdad en aquel
ambiente hostil y cruel, parecía darle fuerza para el tránsito hacia la
muerte. Se quedó sin padre cuando tenía
solo 14 años. Este hecho condiciona su vida. En su microbiografia, su sobrina
cuenta: La proclamación de la Segunda República Española le produce gran
satisfacción desde su opción política y su compromiso como militante de base
del Partido Republicano Radical. Después sería Interventor por Unión
Republicana en las elecciones de febrero de 1936. En el seno de una familia de
clase media, católica y monárquica, donde se acepta su discrepancia política
con el mismo respeto que su agnosticismo declarado. Era inteligente, alegre y
cariñoso, y su madre le tolera con gran sentido del humor las burlas hacia su
beatería. (TLN)
Todas estas historias, como
tantas otras de la Guerra Civil y el franquismo, nos han sido transmitidas por
mujeres. De hecho, esta obra está dedicada a ellas, cinco generaciones de
mujeres que luchan viven y sienten, que han compuesto la letra del dolor y
acaban de dar vida a historias de hombres inocentes y soñadores. Siempre
recuerdo, la labor de las abuelas, cuando cuentan sus vidas y sus historias
llenas de respeto y misterio. Todos tenemos claro, pero estas historias vienen
a corroborar, la importancia y el trabajo de la mujer en la Recuperación de la
Memoria, sin ellas, todo este trabajo no habría sido posible. Concha Morón
realiza un círculo infinito de la muerte y conecta con otras familias, otros
sobrinos, hijas e hijos y componen la letra desgajadas en tirones inertes.
Todos viven la emoción del encuentro con la necesidad de conocer el porqué
estos hombres se plantearon derrotar a Queipo.
Este trabajo de Recuperación
de la Memoria, viene desde muy atrás. Cuando en 2005, preparábamos con el
Ayuntamiento de Alcalá, como Asociación Memoria Histórica y Justicia de
Andalucía, las I Jornadas de Memoria Histórica del municipio, conocimos a José
María García Márquez, que dio una conferencia estupenda en las Jornadas de su
pueblo. Este punto de encuentro sirvió para que Concha preguntara e indagara
sobre si tenía algún dato de su tío José Hernández Marín, ya que él estaba
trabajando en el Archivo del Tribunal Territorial II de Sevilla. Ahí, se abrió
la puerta, José María como es habitual en él, le dio una copia de la Causa
1470/37, que hizo que Concha fuera digiriendo y descubriendo cada una de las
hojas que la componen, con dolor, desgarro y llanto.
Tardó casi un año en escribir
una microbiografia de su tío para colgarla en la página web de
todoslosnombres.org, donde se funde y bulle, todo el sentimiento y dolor de la
Causa, de lo que le contaba su familia y sus propias vivencias. Desde estos
momentos la página de Todos los Nombres, empieza a hacer su función social de
encuentro y de extensión y conocimiento de la información. Con un objetivo de
denuncia y recuperación. Después de dos años de la publicación de la microbiografía de su tío Pepe, se produjo el encuentro con otros familiares de
otros fusilados en la Causa. El encuentro, casual, pero intenso empezó a cerrar
el círculo del dolor y del “olvido”. Estoy seguro que para todos, este trabajo
mereció la pena.
La Memoria ejerce una atracción seductora en
sí misma. Cuando vas desmenuzando y componiendo el pasado, cuando compartes las
experiencias y el dolor, se produce una conexión mágica que fortalece nuestras
esperanzas y refuerza nuestros objetivos. Ante una fosa común, ante los restos
de un fusilado, ante un documento esencial, ante la vida misma, estos familiares
fortifican sus objetivos e ilusiones. De esta forma Concha ha sabido recomponer
sus historias. Los encuentros entre familiares en su casa, empiezan a darle sentido a nuestro
trabajo. La fuerza de las familias, el recuerdo y dolor, confluyen con la energía
acumulada de tantos años. De hecho, se va escribiendo y dando a conocer, a
estos hombres, que poco a poco van volviendo a la vida.
Estos ocho hombres fueron
fusilados en la tapia derecha del cementerio de San Fernando de Sevilla a las
4.30 horas de la madrugada del día 29 de enero de 1938. Como cuenta Díaz
Arriaza, en su magnífico libro sobre el Cementerio de San Fernando de Sevilla,
Un Rojo Amanecer: “El Cementerio se convierte a partir del 18 de julio y años
sucesivos en receptor y protagonista del Golpe de Estado”. De hecho, en la
página 366 del libro, se recoge la lista macabra de los ochos fusilados de esta
Causa y ocho más que también fueron fusilados ese mismo día y están sin nombre.
Todos estos cadáveres son recogidos, la primera labor de los funcionarios del
cementerio cada mañana, con la sistemática que describe Díaz Arriaza, llevados
y tirados en la fosa común (Díaz Arriaza, J. 2011). Aún permanecen allí después
de más de 35 años de democracia.
Más de setenta y cinco años
después de estos hechos, sus familiares han removido la “tierra” de su
enterramiento, han ido componiendo la sinfonía del dolor y lo han sacado a la
luz, han vuelto a la vida de todos nosotros, aunque todavía en un libro.
Soñaron con la libertad en la Sevilla del terror y el asesinato implantado de
forma cruel por Queipo de Llano. Somos conscientes que este trabajo estará
incompleto, hasta que no seamos capaces de abrir la fosa común, o fosas
comunes, que los acogen en el Cementerio San Fernando de Sevilla. Estos hombres,
y más de los tres mil que permanecen enterrados en esta fosa, tienen derecho a
la dignificación de su enterramiento y a su identificación. Ellos se lo
merecen, y nosotros tenemos que seguir “luchando” por conseguirlo. Pasarán los
Gobiernos, pero no la Memoria, y algún día, abriremos las fosas. Avanzaremos
cuando seamos capaces de cerrar las heridas de las fosas comunes, cuando la
Democracia dedique una mirada a estas víctimas y cuando los Gobiernos, tomen
conciencia que el futuro de este país no se abrirá hasta que todos los cuerpos
sean identificados y las fosas sean abiertas. Para esto es necesario que el
Jefe del Estado tenga una mirada diferente y acepte la tragedia y el dolor de
las víctimas.
Sé que Concha Morón, ha puesto
un empeño especial en este libro, sé además, que le ha costado casi cinco años
escribirlo, conozco el dolor que le produce reencontrarse con su vida, con su
madre, su padre, su tío; pero ha nacido más fortalecida de este trabajo, ha
recuperado en parte la paz que ha calmado su vida interior. Algunos
historiadores, que no reducen la Historia a historias, han matizado el alcance
de este trabajo. Como escribí en el segundo volumen de la revista Todos los
Nombres, la Memoria es necesaria:
los familiares somos los que hemos plantado cara a las políticas de expolio y
desmemoria de nuestro patrimonio, algo que hemos reivindicado a través del
Movimiento Social de Recuperación de la Memoria, porque sus nombres aún nos
pertenecen, no han salido del dolor y sufrimiento de los suyos; aún hoy, la Historia
no posee todos sus anhelos.
Las familias de Concha Morón,
Miguel Toscano, Luisa Herrera, Concha Barreiro y tantos familiares, han frenado
las riendas de la Historia y quieren compartir sus vidas, reescribir su pasado
de dolor y muerte, para que no se pase por sus sentimientos de puntillas, como
un ejemplo, como un dato o como un número, que rellena la página de un
historiador y le da peso a su argumento. Un texto frío y lleno de datos pero
sin vida. Porque las historias que a continuación escribimos de forma muy
resumidas, componen el pulso de la Historia con mayúsculas que vamos haciendo
entre todos. Por lo que gracias a Concha y a tantas Conchas, este trabajo de la
Memoria valió la pena. Lo que buscamos es darle vida y forma a nuestro
presente, sin olvidar que de nuestro pasado formamos parte, que aquel o aquella
que está en una fosa común, llenando este país de “cementerios clandestinos”,
son parte intima de nuestras vidas y no vamos a renunciar.
Con el mayor respeto,
relatamos las historias de estos hombres y componemos un trocito de sus vidas.
A modo de homenaje:
Listado de asesinatos en
las tapias del cementerio San Fernando de Sevilla el día 29 de enero del 1938.
Fecha
|
Apellidos y Nombre
|
Profesión
|
Fecha Fallecimiento
|
Causa
|
Lugar
|
29/enero/38
|
Ocho sin Partidas
|
|
|
|
|
29/enero/38
|
Álvarez Fernández, Manuel León
|
Empleado Laboratorio Municipal Sevilla
|
29/enero/38
|
HAFO
|
Tapias Cementerio
|
29/enero/38
|
Copado Matarán, Ángel
|
Obrero Fábrica de Artillería
|
29/enero/38
|
HAFO
|
Tapias Cementerio
|
29/enero/38
|
Elena Valverde, Manuel
|
Viajante de Casa Pirelli
|
29/enero/38
|
HAFO
|
Tapias Cementerio
|
29/enero/38
|
García Paz, Benigno
|
Marinero
|
29/enero/38
|
HAFO
|
Tapias Cementerio
|
29/enero/38
|
Hernández Marín, José
|
Empleado Comercial Pirelli
|
29/enero/38
|
HAFO
|
Tapias Cementerio
|
29/enero/38
|
Herrera Mata, Rafael
|
Impresor
|
29/enero/38
|
HAFO
|
Tapias Cementerio
|
29/enero/38
|
Paz Márquez, José
|
Ferroviario jubilado
|
29/enero/38
|
HAFO
|
Tapias Cementerio
|
29/enero/38
|
Toscano Hierro, Miguel
|
Empleado Comercial Pirelli.
|
29/enero/38
|
HAFO
|
Tapias Cementerio
|
Díaz Arriaza, José. Los
recoge en su libro Un Rojo Amanecer. Concha Morón lo relata en estas páginas.
MIGUEL TOSCANO HIERRO
tenía 30 años cuando lo fusilan. Onubense, Contable en Comercial Pirelli y
afiliado a la UGT. Este republicano de convicción era muy culto y jugaba al ajedrez.
Dos de sus hermanos habían estado también en la cárcel. Él contestó a Francisco
Gonzálbez al preguntarle por qué estaba detenido, que lo encarcelaron
“siguiendo una tradición familiar”. Con gran sentido del humor, poseía una
entereza moral y una humildad que impresionan.
Fue al paredón “sin el orgullo ni la pretensión de querer seguir siendo
en la vida más de lo que en ésta fui…”. Así se despidió de su familia en una
carta. Él había ideado el plan para liberar la ciudad.
JOSÉ HERNÁNDEZ MARÍN. El
tío de Concha Morón fue al paredón con 29 años. También era de Huelva (de
Aljaraque). Casado, vivió un tormentoso matrimonio y se separó de su mujer con
la que tenía desavenencias ideológicas y de carácter. Militante de Unión
Republicana. Con su amigo y compañero de trabajo Miguel Toscano, pretendía
tomar los cuarteles y fue él quien contactó con los demás para convencerlos de
que algo había que hacer para acabar con las matanzas de Queipo. “El más
peligroso izquierdista”, según sus asesinos.
MANUEL ELENA VALVERDE. El
tercero de los empleados de Comercial Pirelli y amigo de José Hernández, había
nacido en Constantina (Sevilla) y tenía 32 años. Afiliado a la UGT, era
republicano y con antecedentes en la Masonería. “Individuo peligroso”, según la
definición de los golpistas. La inscripción de la defunción se hace dos meses
más tarde del fusilamiento. Es su madre la que solicita al juez la inscripción.
No se ha podido contactar con ningún familiar.
ÁNGEL COPADO MATARÁN. El
más joven de todos, contaba 26 años cuando murió. Natural de la provincia de
Jaén (de Villacarrillo), participaba en
un pequeño negocio familiar que comerciaba con aparatos de radio y ejercía como
electricista en el Cuartel de Artillería de Sevilla, donde era obrero
militarizado. Era también amigo de Hernández,
y de José Gabriel Pérez García, otro de los detenidos que, finalmente,
es indultado. Su familia guarda un recuerdo entrañable de él y su foto preside
el salón de la casa familiar de Villacarrillo.
RAFAEL HERRERA MATA.
Sevillano, nacido en Osuna, tenía 36 años. Dejó huérfana a una niña pequeñita
de dos años, Luisa. Vivía en la Ciudad Jardín. Impresor y escritor, republicano
y masón, estaba emparentado a través de su mujer con una familia de
librepensadores, represaliados. Poeta y amigo de García Lorca, fue candidato en
las elecciones a Cortes de febrero de 1936 por Unión Republicana. Ya había
estado detenido en 1936 y se salvó del paredón por los pelos. La madrugada de
la ejecución, cuando les leyeron la sentencia y los conminaron a firmar la
notificación o el “recibí”, todos se negaron a hacerlo menos él.
BENIGNO GARCÍA PAZ. Este
joven marino, gallego de un pueblecito de A Coruña, (la Puebla del Caramiñal)
murió fusilado en Sevilla unos días antes de cumplir 31 años. Casado con una vecina
suya, no tenían hijos. Se inscribió en La Marina y su primer destino fue
Sevilla, donde se vino sin su mujer, que se quedó en Galicia cuidando de sus
padres y sus tíos. Militante de Izquierda republicana, proporcionó la lista de
los cargos militares republicanos detenidos en la Comandancia de Marina.
Bondadoso y comprometido, dejó una carta de despedida a su madre.
MANUEL LEÓN ÁLVAREZ
FERNÁNDEZ. Tenía 35 años y era natural de Puebla del Río (Sevilla). Su familia
procedía de León (de ahí su sobrenombre) y de Asturias. Soltero. Miembro de
Unión Republicana, había sido mozo del Laboratorio Municipal de Sevilla hasta
que fue cesado y encarcelado en julio de 1936, la primera vez. Tras seis meses
de detención, fue liberado en diciembre de 1936 sin tener dónde vivir ni cómo
alimentarse. Su amigo y antiguo convecino en Ciudad Jardín, Rafael Herrera, lo
acogió en su casa sin nada a cambio, y su compañero de partido José Hernández
lo socorrió con dinero en varias ocasiones. En Puebla del Río, actualmente, hay familiares de Manuel Álvarez muy
comprometidos con la política y la democracia.
JOSÉ PAZ MÁRQUEZ. El mayor
de todos los que fueron al paredón por esta Causa, era este gaditano de Jerez
de la Frontera que contaba 63 años cuando fue ejecutado. Tenía cuatro hijas
mayores. Ferroviario jubilado, cobraba las cuotas del Partido Izquierda
Republicana en Sevilla para poder obtener unas pesetas que complementaran su
escasa pensión de jubilación. También había sido detenido por primera vez
cuando se produjo el golpe y encarcelado durante tres meses y medio. Él fue el
intermediario de la nota sobre los militares republicanos detenidos.
LOS DOS CONDENADOS A
CADENA PERPETUA SON:
GONZALO ALCAUZA VEGA.
Malagueño, tenía 27 años cuando lo detienen. Era chófer de la Cruz Roja. Había
venido a Sevilla conduciendo el coche de la Presidenta de la Cruz Roja y se
alojaba en la misma pensión de José Hernández. Murió en el Penal del Dueso en
1944, tuberculoso, sin poder resistir las duras condiciones de la prisión de
Santoña, con 33 años. Sus hermanas sufrieron mucho su condena.
JOSÉ GABRIEL PÉREZ GARCÍA.
Fue el único superviviente de los condenados en esta Causa. Cuando fue
detenido, contaba 39 años. Era madrileño. Amigo de Ángel Copado y agente
comercial en su tienda de aparatos de radio, también conoce a José Hernández.
Fue indultado en 1943, después de pasar por el Penal del Puerto y el de
Santoña, donde es liberado 20 días antes de morir su compañero Gonzalo. Se
pierde su pista con 55 años.
Por todas estas historias han
pasado ya cinco generaciones de mujeres, con múltiples eslabones arrancados por
la barbarie, la brutalidad, el odio y la muerte. Las víctimas continúan toda la
vida, nunca desaparecerán con el tiempo. En esto, el tiempo no ejerce el efecto
de bálsamo y olvido. Todo este sufrimiento se ha alojado en nosotros y todo ha quedado encharcado de la sangre y
el olvido. Aunque hayamos querido mirar las vidas y su transcurrir, el fuerte
lastre del pasado nos ancla a una tierra fija que inmoviliza nuestros deseos,
sometiéndonos continuamente al luto, al recuerdo y al dolor. Imágenes que
ejercen la posesión de nuestras mentes.
Compartimos una visión
hernandiana de la muerte, profunda y obsesiva. Nos identificamos con la tierra,
de donde brota la vida y recoge a la muerte. Entre el amanecer y el ocaso
transcurre la vida y la muerte. Esta visión trágica y profunda de la vida,
marcada por la muerte en el transcurso, es lo que ha atraído el deseo de la
verdad y la lucha. Como decía Miguel Hernández: “que de los pies me tira y del
costado, y cada vez más fuerte, hacía la fosa”.
RAFAEL LOPEZ FERNANDEZ
Sevilla a 30 de marzo de
2013.
Publicado en el blog el 23 de abril de 2021